7 de marzo de 2013

La comunión espiritual y el testimonio de algunos santos



“La comunión espiritual consiste, en un deseo ardiente de recibir a Nuestro Señor Jesucristo sacramentalmente y en amoroso abrazo, como si se lo hubiera ya recibido.”

Santo Tomás de Aquino

Según la doctrina católica, la comunión espiritual debe siempre tener a la comunión eucarística como meta.

Para el beato Juan Pablo II “…la práctica de este deseo constante de Jesús en la Eucaristía tiene su raíz en la perfección última de la comunión eucarística, que es el fin último de todo deseo humano”. La comunión espiritual puede repetirse muchas veces al día. Puede hacerse en la iglesia o fuera de ella, a cualquier hora del día o de la noche, antes o después de las comidas. La comunión Espiritual no es primordialmente una sustitución de la comunión eucarística, sino más bien anticipación y extensión de sus frutos. "¡Qué fuente de gracias es la Comunión espiritual! Practícala frecuentemente y tendrás más presencia de Dios y más unión con Él en las obras".

Por el deseo sincero de recibir al Señor, se te confiere la gracia. Él lo da todo por las almas que tanto ama. Basta con que estas lo deseen. Su Misericordia no tiene límites. Durante la misa y con anterioridad al momento de comulgar eucarísticamente, podemos recibirlo espiritualmente. El Señor sabe encender nuestros corazones y siembra en nuestras almas el deseo fervoroso de recibirlo... ¡dulce huésped del alma!

San Josemaría Escrivá aprendió de niño de un padre escolapio, la siguiente fórmula: “Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre; con el espíritu y fervor de los Santos”.

San Maximiliano Kolbe, además de recibir la Eucaristía, hacía visitas frecuentes al Santísimo Sacramento: hasta diez veces al día.

San Alfonso María de Ligorio decía así: “Creo, Jesús mío, que estáis realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma. Pero como ahora no puedo recibiros sacramentado, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón. (Pausa en silencio para adoración) Como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a Vos. No permitáis, Señor, que jamás me separe de Vos. Amén.”



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